Luis Alberto Romero
Este domingo 18 de mayo, los panistas salieron a las urnas,
en una elección interna, para seleccionar a su dirigencia nacional. Por primera
vez en su historia, el albiazul abrió la contienda a toda la militancia y no se
limitó a la acostumbrada asamblea de delegados.
Por la noche del mismo domingo, el presidente de la comisión
organizadora del proceso, Francisco Gárate, informó que la tendencia era
irreversible y que Gustavo Madero ocuparía la máxima dirigencia del partido en
un segundo periodo. Se había computado el 94 por ciento de las actas y el
resultado era contundente: 14 puntos porcentuales y más de 20 mil sufragios separaban
a Ernesto Cordero, apoyado por el grupo calderonista, del ganador del proceso.
Luego de conocerse los resultados, contrario a lo que los
analistas políticos esperaban, la fórmula perdedora, integrada por Cordero y
Juan Manuel Oliva, reconoció la derrota y anunció que no impugnarían la
elección ni recurrirían a los tribunales.
Se impone así una corriente que se ha caracterizado por
concertar, pactar y establecer acuerdos con el gobierno federal priísta,
situación que fue duramente criticada en campaña por los detractores de Gustavo
Madero.
De acuerdo con el recuento que realizó la comisión
organizadora de la elección, el ex secretario de Hacienda sólo habría logrado
el triunfo en ocho entidades: Aguascalientes, Baja California Sur, Colima,
Guanajuato, Querétaro, Michoacán, San
Luis Potosí y Yucatán.
En Veracruz, el resultado fue cerrado pero se impuso la
continuidad en la dirigencia; Xalapa fue para el grupo de Cordero pero el
Puerto, Boca del Río y Córdoba fueron para Madero. Trascendieron algunas
irregularidades que dejaban entrever una elección turbia; por otro lado, habría
que destacar el clima de tranquilidad generado por la madurez de los
principales actores de esa elección en el estado.
Lo curioso es que en la entidad, maderistas y corderistas se
apresuraron a declararse ganadores, como si la contienda se definiera en
Veracruz y como si la disputa fuera entre el grupo que encabeza Miguel Angel
Yunes y el que integran Tito Delfín,
Julen Rementería, Juan Bueno y Enrique Cambranis, entre otros.
Al margen del resultado de la elección en el estado, hay que
observar que Yunes Linares, Víctor Serralde, José de la Torre y Joaquín Rosendo
Guzmán integraban el principal punto de apoyo de la campaña de Madero Muñoz en
Veracruz; sin embargo, la dirigencia nacional panista que fue electa el domingo
no estará ya en funciones cuando dicho partido seleccione a su próximo
candidato a gobernador del estado, porque su periodo concluye al terminar el
próximo año; aun así, de extender su etapa por cuestiones de tiempos
electorales, esa dirigencia definirá no sólo candidatos en 2016, sino la
posibilidad de una alianza con el PRD.
Lo que viene ahora para
el panismo veracruzano es la renovación del consejo estatal, que podría
concretarse en julio, y de la dirigencia en la entidad, para finales de agosto
o inicios de septiembre; esa será la verdadera batalla panista en el estado
porque es determinante para los grupos que busquen el control del partido un
año antes del proceso electoral federal de 2015 y dos años previos a la
renovación del ejecutivo estatal. @luisromero85, http://luisromero85.blogspot.mx/
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