Luis Alberto Romero
Han pasado más de 90 años de la creación de la Secretaría de
Educación Pública y de las brigadas de instrucción y fomento a la lectura que
impulsó José Vasconcelos, considerado uno de los más importantes educadores de
nuestro país.
Luego de su paso por la rectoría de la UNAM, Vanconcelos
asume la Secretaría de Instrucción Pública, desde donde emprende un programa de
difusión de la cultura, que hasta hoy es tomado como referencia y modelo de las
políticas públicas en la materia; por ello, al margen de sus ideas políticas,
es considerado uno de los más lúcidos y brillantes pensadores mexicanos.
Sin embargo, algo salió mal en todas estas décadas, particularmente
en los últimos 30 años, porque México se ubica en el sótano de la lista de
países en cuanto al nivel y los hábitos de lectura.
Las estadísticas nos dicen que el promedio de lectura per
cápita en nuestro país es de 2.9 libros al año, muy lejos de los números que
registran otros países del área: en Chile, cada persona lee 5.4 libros cada
año; en Argentina, 4.6; y en Brasil, 4.
Si nos comparamos con los países europeos, la diferencia es
abismal: aquí la lectura es de menos de 3 libros al año; en Suecia y Finlandia,
por ejemplo, es de más de 40.
Lo peor es que los datos de nuestro país incluyen a los
libros de texto gratuitos y a los volúmenes de lectura obligatoria en las escuelas,
así como a los de superación personal.
Otras referencias son la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos, de la que México forma parte, y la propia UNESCO; de
acuerdo con las estadísticas que manejan estos dos organismos, para vergüenza
nacional, México se ubica en el lugar 107 de los 108 países que integran la
OCDE.
Todavía más: el 40 por ciento de los mexicanos nunca ha
entrado, ni por equivocación, a una librería.
Igual están los universitarios que son, al menos en teoría, la
clase ilustrada del país: la mitad de ellos no compra libros y el 35 por ciento
afirma que no lee literatura en general; incluso, el 23 por ciento no lee
libros de ningún tipo.
Lo curioso es que el nivel de lectura no corresponde con el
aumento del presupuesto que en las últimas dos décadas se ha destinado a la
educación: hoy contamos con casi dos millones 200 mil maestros, el doble de los
que había a finales de la década de los ochentas; en ese lapso, la escolaridad
subió de 5 a 9 años en promedio, mientras que el gasto en educación aumentó del
5 al 7 por ciento del Producto Interno Bruto.
En 1977, las familias mexicanas destinaban el 2 por ciento de
su ingreso a la educación; para el 2005, el número se multiplicó por cinco; y
de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares, Inegi,
hoy los hogares mexicanos destinan el 13.8 por ciento al rubro y a pesar de
ello, el nivel de lectura se ha mantenido sumamente bajo. Evidentemente, algo
falla en el sistema porque la inversión y el gasto público no se refleja en los
hábitos de lectura.
Este 23 de abril, a
iniciativa de la Unesco, celebramos el día mundial del libro, una fecha
propicia para reflexionar sobre la importancia de reorientar las políticas
públicas en materia de fomento a la lectura y promoción de la cultura y las
artes. @luisromero85, http://luisromero85.blogspot.mx/
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